Conocer a Chuma Montemayor, y conocerlo a través de su obra es posiblemente una de las experiencias conceptuales más interesantes que he podido disfrutar, dentro de mi recorrido como estudioso y coleccionista de arte contemporáneo latinoamericano. 

Sus piezas, vistas desde un ejercicio agregador, hacen fácil el trabajo del curador. Su contenido que no es más que un instante capturado por su ojo artístico y el ojo mecánico de sus cámaras, regalan una invitación a entrar a poderosas historias que se construyen en la imaginación. Juntando y combinando sus piezas de composición con las emociones transmitidas por los elementos propios de la obra, para luego sumar los inventarios particulares del archivo de los recuerdos, es la fórmula resultante que convierte estos instantes fotografiados, en una experiencia dinámica que se transforma desde lo fijo e inmovil a una plataforma sin límites de evolución. 

La consistencia entre el carácter de la obra y la esencia misma del artista, no dejan de sorprender.  Su vida propia pareciera estar construida de momentos fotográficos que logran evolucionar de sus estados propios de congelación, al movimiento puro. Su mente viaja constantemente a través del espacio temporal, moviendo el pasado y el presente libremente, habilidad extraordinaria que usa para reinventar constantemente la temporalidad de los recuerdos dentro de su mente.  Su poderosa creatividad construye puentes conectores desde su propuesta gráfica, directamente al cimiento de desde donde nacen sus historias. 

Montemayor muestra de manera honesta, su voluntad de expresión dramática, propia de los recuerdos más dolorosos de su infancia. No tiene tapujos en proponer una temática agresiva/angustiosa al espectador, como si se tratara de un S.O.S. . Los puentes conectores, permiten evolucionar a sentimientos más propios de la superación, del descanso y la convivencia armoniosa. 

El artista es un talentoso contador de historias; de sus propias historias, usando una mezcla compleja de ficción,  drama, terror y novela. La esencia del contenido, es su ingrediente propio y su mayor contribución. Lo demás lo aporta cada espectador, bajo la casi obligatoria necesidad de generar un balance y/o equilibrio, que permita alcanzar un resultado tranquilizante.   

Colección Gastón Abello, Miami

Todo arte es político, todo lo personal es universal.

Trabajo desde una perspectiva autobiográfica, donde la historia personal se convierte en un mapa de signos y vestigios, explorando temas como la pérdida, el trauma, la memoria y la construcción arquetípica de la identidad familiar. Mi obra desafía la incoherencia interna de la psique, trazando líneas que conectan lo real con lo ficticio, lo doloroso con lo superado, en un intento por entender y aceptar la vulnerabilidad que nos define.

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